El arte en Competencia | the art in competition
17 de marzo de 2022
Durante años me he cuestionado cosas sobre el acto de crear en sí. ¿De dónde viene el impulso creativo? ¿Cuál es el lugar de un artista en la sociedad? ¿Y su rol y función en la comunidad?
Para mi, crear es una de las cosas más maravillosas que nos identifican como humanos: es la expresividad hecha acto, es el reflejo de sentimientos, emociones de una persona en un lugar y en un momento… Es también un acto ritual de sincronización energética y vibracional comunitario, no por casualidad la música está tan vinculada a los ritos en casi todas las religiones, en su labor trascendente nos conecta al todo y es capaz de generar y alinear estados de ánimo. La comunicación a través del arte abre temas, inspira caminos y dibuja nuestra realidad… Sin lugar a dudas pienso que lo que creemos, creamos y viceversa.
Pese a los esfuerzos desmedidos de nuestras estructuras de poder en intentar normativizar la expresión, el flujo artístico es algo así como el agua, no se puede controlar, sólo canalizar, es una fuente que mana la vida en si…
Muchas veces asumimos como algo normal las cosas que nos vienen dadas, me sorprende que hayamos asumido el arte como competencia, basado en la comparación y la medición, en los premios y los castigos, en las votaciones que aprueban y suspenden, como si pudiésemos ser jueces de la vida, como si una opinión pudiese ser medida y catalogada dentro de una estructura rígida pero altamente subjetiva.
En el arte en competencia perdemos todos, perdemos los espectadores colocándonos en un lugar que parece darnos poder en un púlpito a la defensiva para colocarnos en el lugar del juzgador, que en la “importancia” de su opinión pierde el poder de su apertura y piensa más en el fallo que en el acierto, en la forma más que en el contenido, dejando pasar la oportunidad de ver la obra con ojos limpios y absorber con pureza lo recibido.
Perdemos los creadores, preocupados por el qué dirán y por verse los unos a otros como rivales en alcanzar la ayuda para desarrollar el proyecto, o en rivales por ser reconocidos en lugar de celebrarse como compañeros del acto tan mágico de crear. Divididos, comparados, nos hacemos más pequeños y los premios señalan buenos y malos dejándonos a todos en la incomodidad de la diferenciación subjetiva.
Creo en la magia de crear, en la de compartir y pienso que cualquier festival debería ser en sí una celebración de lo creado más que una competencia por el aplauso o el premio.
Creo que el arte es comunión, que sin esa dimensión queda como algo cojo, que si el arte va al ego pierde en vitalidad y en sentido.
Desde aquí brindo por esa transición hacia un arte que se entienda en si como acto de sanación en todas sus fases, en la de crear y en el momento que es compartido, algo que nos ayuda a crecer en lo personal y como colectivo y que hace que todo tenga algo más de sentido.